Tengo un recuerdo que trascendió a la memoria y se convirtió en un lugar al que voy regularmente. Es una escena que parece que se repitiera, pero sé que no es tan así, porque el yo que revisita siempre es el actual. La secuencia es la siguiente:
Es una época del año que me sorprende y agrada cada vez. En plena época de frío y tormentas, la primavera anticipa un beso, una muestra gratis, una postal del calor. Por dos o tres días se renueva la esperanza y se recuerda cómo son los tejados en sus versiones coloridas.
Estamos los dos caminando por una playa de Pinamar, pegados al mar, llegando a un mirador que se adentra en la orilla. Llevamos a cuestas nuestros bolsos, listos para regresar a casa. Siento que quisiera eternizar el momento, sin terminar de entender que efectivamente lo estoy haciendo.
Ella habla sobre los espirales, pronuncia palabras que resuenan en mi cabeza y revolucionan mi alma. Me explica que estamos acostumbrados a interpretar la vida de forma cíclica. A cada episodio como un círculo que se cierra, y luego en otra parte se abre otro. Entonces concluye con que tal vez deberíamos verla como un espiral donde en cada vuelta hay cosas que mutan en otras, que crecen pero que nunca terminan. Que todo lo que da una vuelta sobre sí mismo no se destruye sino que sirve para derivar en algo nuevo.
De repente no tengo miedo del futuro, ni me acecha el pasado.
Siento el impulso de decirle que la amo, pero me abstengo. De cualquier modo los sentimientos no necesitan tener un nombre o una declaración para estar ahí. La besaría, pero a veces se ama mejor escuchando atentamente.
Perdí la cuenta de la cantidad de veces que reviví este episodio. Lo cierto es que frecuentemente regreso, y como describía anteriormente no es un recuerdo, es un lugar. Me transporto hasta allí, con mis nuevas dudas, con mis cambios realizados desde entonces. Ella me espera constante y sabia, como un mentor.
Cada vez que necesito un consejo aparezco. A veces estoy dormido, otras despierto, pero abstraído de este mundo físico. Camino a su lado, le planteo mis incógnitas.
Sé que no le hablo a una grabación, cada vez me vuelve a escuchar y a procesar lo que digo. Sin embargo, siempre contesta lo mismo. Para todo su respuesta es el discurso de los espirales. Y lo más curioso es que siempre encaja.
Todo esto es muy real, pero no real como yo tipeando en una computadora. Mucho más que eso, es real como un cuento de Bradbury.
lunes, 17 de diciembre de 2012
domingo, 16 de diciembre de 2012
Las dos muertes
Hace una semana un amigo me decía que tenemos dos muertes. Una es la del cuerpo, conocida y temida por todos.
Pero la otra es la más interesante: la muerte del ego. La destrucción de lo que creemos que somos. Porque por cada cosa que creemos que somos, en realidad nos estamos limitando a vaya uno a saber cuántas otras que no nos dejamos ser por falta de coherencia.
Qué oportuna que me vino esa reflexión. Es que estos últimos meses, o este último año tal vez, estuve sintiendo ganas de "matarme". De matar al viejo yo coartado por sus propios prejuicios, de ya no permitir que lo que hice o fui en el pasado limite mi presente y mi futuro.
Quisiera ser todo lo que no fui y hacer todo lo que no hice por cobardía; ser un poco impredecible, especialmente ante mis propias predicciones.
Estoy desandando caminos y reencontrándome con cada bifurcación del pasado. Siento haber elegido mal gran parte de los caminos, y trato de encontrar la manera de acomodarme y posicionarme donde estaría si hubiera tomado el otro rumbo en esas encrucijadas.
Otra vez pretencioso, intentando ganarle al tiempo. Es evidente que la vida me hizo obstinado por algo.
Pasé años y más años pensando que no pertenecía a ninguna parte, que era un nómade que sobraba en los círculos sociales y sólo aportaba con intervenciones pasajeras. Ahora creo haber encontrado un lugar, porque cuando me cuentan historias de los años pasados me maldigo preguntandome qué hacía que no estaba ahí. Llegué tarde y me perdí gran cantidad de eventos. Pero creo que llegué...
Pero la otra es la más interesante: la muerte del ego. La destrucción de lo que creemos que somos. Porque por cada cosa que creemos que somos, en realidad nos estamos limitando a vaya uno a saber cuántas otras que no nos dejamos ser por falta de coherencia.
Qué oportuna que me vino esa reflexión. Es que estos últimos meses, o este último año tal vez, estuve sintiendo ganas de "matarme". De matar al viejo yo coartado por sus propios prejuicios, de ya no permitir que lo que hice o fui en el pasado limite mi presente y mi futuro.
Quisiera ser todo lo que no fui y hacer todo lo que no hice por cobardía; ser un poco impredecible, especialmente ante mis propias predicciones.
Estoy desandando caminos y reencontrándome con cada bifurcación del pasado. Siento haber elegido mal gran parte de los caminos, y trato de encontrar la manera de acomodarme y posicionarme donde estaría si hubiera tomado el otro rumbo en esas encrucijadas.
Otra vez pretencioso, intentando ganarle al tiempo. Es evidente que la vida me hizo obstinado por algo.
Pasé años y más años pensando que no pertenecía a ninguna parte, que era un nómade que sobraba en los círculos sociales y sólo aportaba con intervenciones pasajeras. Ahora creo haber encontrado un lugar, porque cuando me cuentan historias de los años pasados me maldigo preguntandome qué hacía que no estaba ahí. Llegué tarde y me perdí gran cantidad de eventos. Pero creo que llegué...
sábado, 8 de diciembre de 2012
El Fantasma de las Navidades Pasadas
Mañana toca armar el arbolito, ¿qué hago acá encerrado con ganas de llorar? ... ¡Si siempre amé las calles llenas de luces de colores, el calor de la brisa por las noches, los paseos por Olazábal...!
Hace un tiempo me encontré con un viejo cuaderno en el cual escribía mis reflexiones nocturnas (era como este espacio, pero sin tener yo acceso a internet).
Un diciembre de hará unos seis años me dije lo siguiente: "Es una pena que ésto sólo dure un mes. Quisiera guardar la época de Navidad en una cajita para poder sacarla en cualquier tarde triste de invierno."
Y ahora me cuestiono si lo que quería guardar en realidad era ese momento en particular, incluído yo mismo, mi estado.
Sucede que ahora hasta las Navidades cambiaron, o cambié yo.
Sucede que ya no son una gran reunión familiar repleta de golosinas, jueguetes y diversión entre los niños; o crecí yo.
¿Por qué tanta nostalgia? Sigo con esa sensación de que me olvidé algo en algún rincón del tiempo. Se me cayó algo y seguí adelante sin darme cuenta, aunque no esté muy seguro de qué era. Quizás sonrisas, o abrazos.
¿No se puede hablar con el Presidente del Departamento de Logística Temporaria y pedirle que no avance más los años, que no cambien los ciclos, decirle que estaba bien así?
Me la pasé reiterándome, siendo fiel a mis viejas costumbres, creyendo que así me burlaba del reloj. Y ahora me encuentro con que yo cambié también. Que muchas cosas las estoy repitiendo con una fidelidad ya no apasionada, sino desganada. Ya no disfruto de muchas acciones, pero tengo miedo de cambiar porque nunca conocí otra cosa.
¡Es que el tiempo corre tan rápido que siento que no lo puedo alcanzar, y que a ésta velocidad no logro apreciar los paisajes!
Todos cruzaron la línea. Todos saltaron, menos yo. Me quedé mirando desconcertado a mis espaldas, y ahora no puedo escuchar si me llaman desde el otro lado. ¿Por qué a mí me cuesta tanto algo que otras personas hacen con total gracia? Sólo espero no ser olvidado mientras junto el coraje que necesito para avanzar y transformarme en un electrón en constante movimiento.
Hace un tiempo me encontré con un viejo cuaderno en el cual escribía mis reflexiones nocturnas (era como este espacio, pero sin tener yo acceso a internet).
Un diciembre de hará unos seis años me dije lo siguiente: "Es una pena que ésto sólo dure un mes. Quisiera guardar la época de Navidad en una cajita para poder sacarla en cualquier tarde triste de invierno."
Y ahora me cuestiono si lo que quería guardar en realidad era ese momento en particular, incluído yo mismo, mi estado.
Sucede que ahora hasta las Navidades cambiaron, o cambié yo.
Sucede que ya no son una gran reunión familiar repleta de golosinas, jueguetes y diversión entre los niños; o crecí yo.
¿Por qué tanta nostalgia? Sigo con esa sensación de que me olvidé algo en algún rincón del tiempo. Se me cayó algo y seguí adelante sin darme cuenta, aunque no esté muy seguro de qué era. Quizás sonrisas, o abrazos.
¿No se puede hablar con el Presidente del Departamento de Logística Temporaria y pedirle que no avance más los años, que no cambien los ciclos, decirle que estaba bien así?
Me la pasé reiterándome, siendo fiel a mis viejas costumbres, creyendo que así me burlaba del reloj. Y ahora me encuentro con que yo cambié también. Que muchas cosas las estoy repitiendo con una fidelidad ya no apasionada, sino desganada. Ya no disfruto de muchas acciones, pero tengo miedo de cambiar porque nunca conocí otra cosa.
¡Es que el tiempo corre tan rápido que siento que no lo puedo alcanzar, y que a ésta velocidad no logro apreciar los paisajes!
Todos cruzaron la línea. Todos saltaron, menos yo. Me quedé mirando desconcertado a mis espaldas, y ahora no puedo escuchar si me llaman desde el otro lado. ¿Por qué a mí me cuesta tanto algo que otras personas hacen con total gracia? Sólo espero no ser olvidado mientras junto el coraje que necesito para avanzar y transformarme en un electrón en constante movimiento.
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