sábado, 2 de noviembre de 2013

Libros

"Mis libros, mis amigos invisibles", dice Abril Sosa en una canción de Cuentos Borgeanos.
Había una escuela de dogmas religiosos que además fomentaba y hasta calificaba la participación grupal y la integración en los momentos de recreación junto con las actividades al aire libre. 
En un rincón apartado de todo eso y bajo la preocupación de las autoridades estaba yo, un pequeño ser de unos trece años que sentía que las portadas rígidas de los libros eran grandes murallas que se podían erigir en torno a uno para protegerse. ¿A qué le temía tanto? seguramente al rechazo. Era factible habiendo crecido bajo la exigencia de ser perfecto y ante las calificaciones numéricas que hasta entonces daban números altos, como perdonando la vida cada vez, cual pulgar que alzaba la plebe en el Coliseo romano. 
Consternado ante la sensación de haber venido al mundo a satisfacer demandas ajenas, siempre ajenas, siempre poco justificadas o apoyadas en un futuro lejano e incierto; la soledad se hacía más grande. Todo se apaciguó el día que descubrí que podía llevar en mi mochila un pequeño portal a mundos nuevos y vidas desconocidas, pero más reales que la realidad. En esas páginas siempre había un amigo dispuesto a contarme una historia sin tener que juzgarme, sin esperar nada de mí. Era un escape pero ¿quién puede juzgar a los que como yo, no pueden ni mirar la luz del día sin sentirse encandilados?. La vida real siempre fue demasiado para mí, no la comprendo, no soporto la angustia que circunda a las personas que percibo a mi alrededor. 
Ya desde entonces sabía yo que iba a crecer siendo diferente. No especial, no diferente a las otras personas, sino distinto a lo que sentía que me querían imponer que fuera. Era difícil la pre-adolescencia y eso anunciaba que la vida adulta iba a ser mucho más compleja. El miedo a asomar la cabeza afuera me persiguió al día de hoy, presente en el cual crecí pero poco maduré. 
Por suerte volvieron los libros.

lunes, 8 de julio de 2013

Sensible

Hoy la más leve brisa podría despegarme del suelo y volarme lejos. Quien me toque debería usar guantes de látex porque ahora es mi alma la que recubre a la epidermis, dejando a mi núcleo expuesto y volátil.  Una mirada se puede materializar y atravesarme, y el puñado de moléculas de aire de una palabra sería más que suficiente para que me de frío. Quisiera meterme varias veces adentro mío hasta quedar como la pieza más pequeña de una Mamushka.  Por suerte tomé la sabia decisión de no salir de casa. Me acosté temprano pero no conseguí dormir, es que hay días hostiles que es mejor terminarlos lo antes posible.

miércoles, 3 de julio de 2013

Sueños VI: navegando

Andaba yo por el océano de a ratos nadando, de a ratos caminando, otras veces en una balsa (cosas que suceden en los sueños). Proseguiré tomando a la balsa como transporte único por una cuestión de comodidad comunicativa.

Intentaba llegar a una isla que se veía a lo lejos con su vegetación y relieve a contraluz del atardecer. Remaba con todas mis fuerzas e ímpetu, primero entusiasmado y decidido. Pero extrañamente noté que no era la corriente mi adversaria, sino algo menos tangible, pues la velocidad a la que me alejaba de mi destino era directamente proporcional a la fuerza con la que intentaba impulsarme. 
La frustración a veces me propulsa más, y en un brote de adrenalina me encontré remando con una fuerza y velocidad que me eran desconocidas. Como era de suponer, tanto mayor era mi esfuerzo, se potenciaba la aceleración con la que me alejaba. 
Me sumí al abandono habiendo pasado un considerable tiempo ya desde que dejara de ver la isla en el horizonte. Una vez pude relajarme, me dediqué a remar mecánicamente, despacio, dejando que el sonido del océano me cantara, entregado a la certeza de que me estaba alejando más.
Poco tiempo después, me sobresaltó el reverso de mi embarcación impactando con la tierra firme, y a mis espaldas me sorprendía el reverso de la isla. Sin saberlo y sin buscarlo, había girado alrededor del planeta y arribado a destino mediante un rumbo inesperado.

lunes, 10 de junio de 2013

Sueños V: El que ya no es

-Tengo que ir a la escuela.
-Voy para ese lado, te llevo.

Algo de su aspecto me hizo sospechar que era una trampa. Era desagradable, tenía pésimos modales, ojeras, mirada desconfiada y resentida, la calvicie le sumaba muchos más años de los que tenía y le evidenciaba la obsesión. Me preguntaba qué le habría visto ella para haber estado con él un tiempo atrás.
Igual acepté y me subí a su auto, gris como él. Como deduje, no tardó en sacar el tema de conversación. Yo traté de concluir lo antes posible:
-Es una gran persona, no me arrepiento de haberla amado y siempre la voy a bancar.

Pero no me iba a dejar evadirlo tan fácil, replicó con bastante recelo.
-Vos no la amaste nunca, me vas a venir a mí con eso... Yo le di toda mi vida, todo mi tiempo... y vos me la robaste, no te importó nada.
-¿Qué sabrás vos del amor? No habrá durado tanto pero fue intenso y di lo mejor que podía. La dejé que eligiera y compartió algo de su tiempo conmigo porque quiso, ¿te pensás que lo hice para joderte a vos?
-Pero la dejaste que se fuera. Sos un cagón, yo nunca la hubiera dejado ir.
-Pero fijate que se fue igual, porque era lo que quería. ¡Vos sos el cagón, que no te animas a lidiar con eso! Eligió otro camino, y yo sigo con el mío.
-Sos un egoísta. No la acompañaste, yo quiero estar ahí. Vos no podés ver más allá de tu propio interés.
-No soy egoísta, vine a este mundo a hacer algo, tengo una responsabilidad y no me puedo desviar de eso. Ella también y si no podemos hacer cada uno lo que tiene que hacer y seguir juntos, entonces tengo que aprender a hacerlo solo. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Mientras lo miraba conducir nervioso me asaltaba la duda de si realmente era otra persona que venía desde otro tiempo, o si era otra versión de mí mismo escapada de otra realidad posible en la cual había elegido algo diferente. En cualquier caso, me dio lástima. Sobre todo cuando se calmó y me habló un poco más resignado:
-Lo único que podés hacer es abrirte a otras personas y tratar de seguir como si nada. Yo a veces lo hago, pero en el fondo sé que no va a ser lo mismo.
-Chabón, lo tenés que superar. Miráte, no sos más que los pedazos rotos que dejó. Ni vos sabés quién sos, es hora de que hagas algo de verdad. De por sí me sorprende que alguien se haya podido fijar en vos: no tenés sueños, no tenés metas, no hacés nada por progresar de alguna manera en tu vida. Sólo te flagelás. Estoy en eso de abrirme, pero no para que alguien llene un hueco. Se supone que no vuelva a ser lo mismo, justamente ésa es la gracia...

Llegamos, bajamos del auto y caminamos media cuadra. Tocó el timbre de una casa y le abrió una mujer mayor, adentro estaba completamente oscuro y mientras él entraba se iba perdiendo de vista en la penumbra. Se dio vuelta y me saludó.
-Chau, cuidate, que estés bien.
-Vos también, que estés bien.

Me fui para la escuela con la sensación de que no lo iba a volver a ver.

martes, 4 de junio de 2013

Sueños IV: Todo

Soñé que curaba a unas personas que estaban lastimadas sólo cantándoles. Desperté llorando muy fuerte...

miércoles, 22 de mayo de 2013

Los que empujan y los que fluyen

Últimamente me orbita una escena de "La suerte está echada" (película argentina) en la cual el profesor de tango, algo así como un gurú de uno de los protagonistas, le formula una pregunta:
"¿Sos de los que empujan o de los que fluyen?"
El interrogado en cuestión no contesta, se queda algo perplejo, como hurgando en su interior y consternado ante la pregunta. Intuyo que la película debe haber sido meticulosamente montada para apelar a que el espectador se formule en ese momento la misma pregunta, y se sienta en la misma posición de vulnerabilidad e incertidumbre.
Mi búsqueda interior me lleva hacia el año pasado. Me tomó todo ese ciclo entero comprender que había cometido un gravísimo error: había confundido dejar fluir con dejarse estar. En algún momento, frustrado por una acumulación de planes arruinados y pruebas de la vida que habían salido muy mal, bajé mis defensas ante la virósica idea de que el universo es una dictadura y sólo se consigue lastimarse luchando para salirse de la inflexible fuerza de la gravedad.
"Dejáte ser", me repetía ella incansablemente. Necesité escuchar eso todas las veces, porque estaba más que claro que ese no era mi flujo. Ser, o fluir, para mí es contrariar al mundo, querer romper todo, cambiar mi entorno, ser obstinado y obsesivo, burlarme de los esquemas e imponer mis propias reglas a mi camino.
Fluir era empujar, ¡la respuesta era tan simple...! Decidido a por fin hacer algunos cambios, me encuentro con una barrera más por saltar, un último miedo (mentira, no es el último, pero me inspira que suene más épico). Es que me doy cuenta ahora que el error que cometí tenía dos caras, y la otra era haber confundido (aún mucho antes) empujar con forzar. Todo eso que parecía tan implacable puede cambiar por un capricho aleatorio y volverse tan, pero tan frágil, que un centésimo de exceso en la fuerza es capaz de hacer todo añicos. Sobre todo a las almas.

lunes, 20 de mayo de 2013

Reclusión recursiva, parte I

Un día recibí una noticia que no supe digerir y desencadenó en mí un efecto dominó. La tristeza me envolvió como una enredadera en un edificio viejo, de repente fue parte de mí.
Quería gritar y llorar y contarle todo a alguien, hacer una catarsis que rozara el brote psicótico. Después ponerme un sombrero y un sobretodo para caminar bajo la lluvia en una noche desierta, como el trillado detective resignado de un policial negro. La melancolía tiene un sabor culposamente dulce.
Tan fuera de sincronía con mis sentimientos tuvo que venir el verano, con un sol tan fuerte que me encandilaba sin dejarme ir a disfrutarlo como los demás.
Quise ser un vampiro. Me volví tan nocturno como podía serlo. Me sentía seguro viendo cómo todos dormían mientras yo dominaba la ciudad. Los prefería así, en un estado en el cual nadie podía hacerme daño. Estaba tan sensible que hasta un roce me podía lastimar la piel.
Cuando se levantaban yo me iba al mundo de los sueños, donde me esperaba otra realidad maravillosa y la certeza de no tener que ver a los demás siendo felices bajo el calor en una fiesta a la que no me habían invitado. No fui a la playa. Vi las fotos, pero se sentían ajenas, como si fueran de otra temporada. Olvidé cómo se veía el sol de la mañana o del mediodía, en fotos parecía de otra realidad, de otro tiempo. Así se veían también las sonrisas de las personas, imposiblemente felices. Ese espectáculo hubiera desatado mi resentimiento y potenciado mi sensación de exclusión a la cual soy adicto.
Desperté para los atardeceres más hermosos de mi vida, esas horas en las que mirar al sol ya no daña la vista. Caminé solo como buscando en el barrio de al lado las respuestas que no encontraba en mí.
Y una noche encontré a otros vampiros como yo, viviendo sus vidas nocturnas. Encontré todo lo que se dejaba de ver en las horas en las que no había sol. Y cuando menos me lo esperaba, fui muy feliz. Pero eso es otra parte de la historia...

martes, 30 de abril de 2013

Relato del día que nunca fue


Desperté sabiendo que el día de hoy simplemente no iba a ser para mí, tal vez hoy le tocaba a otro. No me esperaba con los brazos abiertos para que corriera a su encuentro ni me traía dulcemente el desayuno a la cama. Me ignoraba y detesto que me ignoren, porque es lo que me hago a mí mismo.
Como quienes salen de fiesta y "pasan de largo" la noche, sin dormir, yo hubiera pasado de largo el día para despertarme al siguiente. Todo fue como una de esas películas de cine independiente con largas escenas de silencio y estaticidad. La ducha fue eterna y atrás de mi mirada inerte divagaban recuerdos de hechos que tal vez ni sucedieron, o fueron totalmente diferentes. Mi memoria me tortura embelleciendo aún más los recuerdos bellos, haciendo que parezcan imposibles. Milagros que ocurrieron una vez sola por un posible error cósmico, y lo correcto sería entender que no va a volver a suceder algo así.
La noche fue aún más extraña. Caminé por pasillos repletos de gente que me brindaba así como si nada sus cálidos y afectuosos saludos. Como si me los mereciera. Lo cierto es que no los podía oír bien, las voces de las personas que ya no me hablan sonaban mucho más fuerte, hacían mucho ruido. Entendí que la soledad es sólo de adentro, el primero que falta es uno mismo. Me sentí culpable por no poder embriagarme de esa alegría que tan desinteresadamente me regalaban.
Me sentí como un espectador solitario mirando una película que trataba sobre un tipo sociable, afectuoso y enérgico.
Con suerte mañana me toque a mí.

martes, 16 de abril de 2013

Caos aleatorio

Hoy sentí que tenía ganas de contarle a todo el mundo lo fracasado que creo que soy, pero sin que creyeran que intentaba dar lástima y sin que procuraran consolarme. Y eso que no creo en el fracaso... claramente hoy no fue el mejor día.
A un amigo le dije que no siempre se trata de buscar la felicidad, sino de buscar cosas con las cuales uno se sienta cómodo en todo momento, también cuando generan sufrimientos. Que sufriendo por amor estoy normalmente cómodo. Eso sí, en este día hubiera preferido una tregua. Es difícil no poder discernir si el problema son las cosas que me preocupan o la falta de los abrazos y las palabras que los aplaquen.
Últimamente digo poco, inclusive por este medio. Tengo una extraña sensación, como de haber dicho todo. Estimo haber llegado al punto crítico en el cual nada más puedo decir que aporte a que algo cambie. Si quiero modificar algo debo hacerlo por otros medios, y me he vuelto más callado. Cuando digo más palabras, carecen de contenido.
Ahora lo más paradójico, si pudiera cambiar todo en un simple acto, sospecho que realmente no sabría qué cambiar o siquiera si deseo hacerlo. Sí, antes unas cuantas cosas parecían mejores, pero ¿y si llegaron a ese punto en el cual, como una obra de arte, ya no hay que tocarlos más porque seguir esculpiendo sería comenzar a arruinarlos?
Soy obsesivo, extremista y excesivo, puede que la vida esté eligiendo por mí los puntos de inflexión para que no transforme a los hechos agradables en algo nefasto.

lunes, 1 de abril de 2013

Escena 19 (fragmento)


-¿Sabés cómo sé que me gusta?
-¿Cómo?
-Porque veo las fotos que sube ella y me duele verlas.
-"Como una patada en el corazón", decía Dolina. ¿Eso es atracción real, o es una fantasía en la cual uno busca provocarse este tipo de sentimientos?
[...]
-(Kierkegard) dice que él tiene dos placeres, el momento de las aventuras y el momento de narrarlas. Dice que son igual de placenteros, como para un trovador o un cuentista. Si lo ves al revés, también funciona: no la aventura y su narración, sino la aventura y su anticipación. Acercarte al objeto de deseo, sentirlo antes de tenerlo.
-Al final la aventura es como el presente, todo el mundo dice que es lo importante pero en realidad no es más que el balanceo efímero que justifica que estén los otros dos lados.
-Lo que decíamos de que si no vivís no tenés sobre qué escribir.