Tengo un recuerdo que trascendió a la memoria y se convirtió en un lugar al que voy regularmente. Es una escena que parece que se repitiera, pero sé que no es tan así, porque el yo que revisita siempre es el actual. La secuencia es la siguiente:
Es una época del año que me sorprende y agrada cada vez. En plena época de frío y tormentas, la primavera anticipa un beso, una muestra gratis, una postal del calor. Por dos o tres días se renueva la esperanza y se recuerda cómo son los tejados en sus versiones coloridas.
Estamos los dos caminando por una playa de Pinamar, pegados al mar, llegando a un mirador que se adentra en la orilla. Llevamos a cuestas nuestros bolsos, listos para regresar a casa. Siento que quisiera eternizar el momento, sin terminar de entender que efectivamente lo estoy haciendo.
Ella habla sobre los espirales, pronuncia palabras que resuenan en mi cabeza y revolucionan mi alma. Me explica que estamos acostumbrados a interpretar la vida de forma cíclica. A cada episodio como un círculo que se cierra, y luego en otra parte se abre otro. Entonces concluye con que tal vez deberíamos verla como un espiral donde en cada vuelta hay cosas que mutan en otras, que crecen pero que nunca terminan. Que todo lo que da una vuelta sobre sí mismo no se destruye sino que sirve para derivar en algo nuevo.
De repente no tengo miedo del futuro, ni me acecha el pasado.
Siento el impulso de decirle que la amo, pero me abstengo. De cualquier modo los sentimientos no necesitan tener un nombre o una declaración para estar ahí. La besaría, pero a veces se ama mejor escuchando atentamente.
Perdí la cuenta de la cantidad de veces que reviví este episodio. Lo cierto es que frecuentemente regreso, y como describía anteriormente no es un recuerdo, es un lugar. Me transporto hasta allí, con mis nuevas dudas, con mis cambios realizados desde entonces. Ella me espera constante y sabia, como un mentor.
Cada vez que necesito un consejo aparezco. A veces estoy dormido, otras despierto, pero abstraído de este mundo físico. Camino a su lado, le planteo mis incógnitas.
Sé que no le hablo a una grabación, cada vez me vuelve a escuchar y a procesar lo que digo. Sin embargo, siempre contesta lo mismo. Para todo su respuesta es el discurso de los espirales. Y lo más curioso es que siempre encaja.
Todo esto es muy real, pero no real como yo tipeando en una computadora. Mucho más que eso, es real como un cuento de Bradbury.
lunes, 17 de diciembre de 2012
domingo, 16 de diciembre de 2012
Las dos muertes
Hace una semana un amigo me decía que tenemos dos muertes. Una es la del cuerpo, conocida y temida por todos.
Pero la otra es la más interesante: la muerte del ego. La destrucción de lo que creemos que somos. Porque por cada cosa que creemos que somos, en realidad nos estamos limitando a vaya uno a saber cuántas otras que no nos dejamos ser por falta de coherencia.
Qué oportuna que me vino esa reflexión. Es que estos últimos meses, o este último año tal vez, estuve sintiendo ganas de "matarme". De matar al viejo yo coartado por sus propios prejuicios, de ya no permitir que lo que hice o fui en el pasado limite mi presente y mi futuro.
Quisiera ser todo lo que no fui y hacer todo lo que no hice por cobardía; ser un poco impredecible, especialmente ante mis propias predicciones.
Estoy desandando caminos y reencontrándome con cada bifurcación del pasado. Siento haber elegido mal gran parte de los caminos, y trato de encontrar la manera de acomodarme y posicionarme donde estaría si hubiera tomado el otro rumbo en esas encrucijadas.
Otra vez pretencioso, intentando ganarle al tiempo. Es evidente que la vida me hizo obstinado por algo.
Pasé años y más años pensando que no pertenecía a ninguna parte, que era un nómade que sobraba en los círculos sociales y sólo aportaba con intervenciones pasajeras. Ahora creo haber encontrado un lugar, porque cuando me cuentan historias de los años pasados me maldigo preguntandome qué hacía que no estaba ahí. Llegué tarde y me perdí gran cantidad de eventos. Pero creo que llegué...
Pero la otra es la más interesante: la muerte del ego. La destrucción de lo que creemos que somos. Porque por cada cosa que creemos que somos, en realidad nos estamos limitando a vaya uno a saber cuántas otras que no nos dejamos ser por falta de coherencia.
Qué oportuna que me vino esa reflexión. Es que estos últimos meses, o este último año tal vez, estuve sintiendo ganas de "matarme". De matar al viejo yo coartado por sus propios prejuicios, de ya no permitir que lo que hice o fui en el pasado limite mi presente y mi futuro.
Quisiera ser todo lo que no fui y hacer todo lo que no hice por cobardía; ser un poco impredecible, especialmente ante mis propias predicciones.
Estoy desandando caminos y reencontrándome con cada bifurcación del pasado. Siento haber elegido mal gran parte de los caminos, y trato de encontrar la manera de acomodarme y posicionarme donde estaría si hubiera tomado el otro rumbo en esas encrucijadas.
Otra vez pretencioso, intentando ganarle al tiempo. Es evidente que la vida me hizo obstinado por algo.
Pasé años y más años pensando que no pertenecía a ninguna parte, que era un nómade que sobraba en los círculos sociales y sólo aportaba con intervenciones pasajeras. Ahora creo haber encontrado un lugar, porque cuando me cuentan historias de los años pasados me maldigo preguntandome qué hacía que no estaba ahí. Llegué tarde y me perdí gran cantidad de eventos. Pero creo que llegué...
sábado, 8 de diciembre de 2012
El Fantasma de las Navidades Pasadas
Mañana toca armar el arbolito, ¿qué hago acá encerrado con ganas de llorar? ... ¡Si siempre amé las calles llenas de luces de colores, el calor de la brisa por las noches, los paseos por Olazábal...!
Hace un tiempo me encontré con un viejo cuaderno en el cual escribía mis reflexiones nocturnas (era como este espacio, pero sin tener yo acceso a internet).
Un diciembre de hará unos seis años me dije lo siguiente: "Es una pena que ésto sólo dure un mes. Quisiera guardar la época de Navidad en una cajita para poder sacarla en cualquier tarde triste de invierno."
Y ahora me cuestiono si lo que quería guardar en realidad era ese momento en particular, incluído yo mismo, mi estado.
Sucede que ahora hasta las Navidades cambiaron, o cambié yo.
Sucede que ya no son una gran reunión familiar repleta de golosinas, jueguetes y diversión entre los niños; o crecí yo.
¿Por qué tanta nostalgia? Sigo con esa sensación de que me olvidé algo en algún rincón del tiempo. Se me cayó algo y seguí adelante sin darme cuenta, aunque no esté muy seguro de qué era. Quizás sonrisas, o abrazos.
¿No se puede hablar con el Presidente del Departamento de Logística Temporaria y pedirle que no avance más los años, que no cambien los ciclos, decirle que estaba bien así?
Me la pasé reiterándome, siendo fiel a mis viejas costumbres, creyendo que así me burlaba del reloj. Y ahora me encuentro con que yo cambié también. Que muchas cosas las estoy repitiendo con una fidelidad ya no apasionada, sino desganada. Ya no disfruto de muchas acciones, pero tengo miedo de cambiar porque nunca conocí otra cosa.
¡Es que el tiempo corre tan rápido que siento que no lo puedo alcanzar, y que a ésta velocidad no logro apreciar los paisajes!
Todos cruzaron la línea. Todos saltaron, menos yo. Me quedé mirando desconcertado a mis espaldas, y ahora no puedo escuchar si me llaman desde el otro lado. ¿Por qué a mí me cuesta tanto algo que otras personas hacen con total gracia? Sólo espero no ser olvidado mientras junto el coraje que necesito para avanzar y transformarme en un electrón en constante movimiento.
Hace un tiempo me encontré con un viejo cuaderno en el cual escribía mis reflexiones nocturnas (era como este espacio, pero sin tener yo acceso a internet).
Un diciembre de hará unos seis años me dije lo siguiente: "Es una pena que ésto sólo dure un mes. Quisiera guardar la época de Navidad en una cajita para poder sacarla en cualquier tarde triste de invierno."
Y ahora me cuestiono si lo que quería guardar en realidad era ese momento en particular, incluído yo mismo, mi estado.
Sucede que ahora hasta las Navidades cambiaron, o cambié yo.
Sucede que ya no son una gran reunión familiar repleta de golosinas, jueguetes y diversión entre los niños; o crecí yo.
¿Por qué tanta nostalgia? Sigo con esa sensación de que me olvidé algo en algún rincón del tiempo. Se me cayó algo y seguí adelante sin darme cuenta, aunque no esté muy seguro de qué era. Quizás sonrisas, o abrazos.
¿No se puede hablar con el Presidente del Departamento de Logística Temporaria y pedirle que no avance más los años, que no cambien los ciclos, decirle que estaba bien así?
Me la pasé reiterándome, siendo fiel a mis viejas costumbres, creyendo que así me burlaba del reloj. Y ahora me encuentro con que yo cambié también. Que muchas cosas las estoy repitiendo con una fidelidad ya no apasionada, sino desganada. Ya no disfruto de muchas acciones, pero tengo miedo de cambiar porque nunca conocí otra cosa.
¡Es que el tiempo corre tan rápido que siento que no lo puedo alcanzar, y que a ésta velocidad no logro apreciar los paisajes!
Todos cruzaron la línea. Todos saltaron, menos yo. Me quedé mirando desconcertado a mis espaldas, y ahora no puedo escuchar si me llaman desde el otro lado. ¿Por qué a mí me cuesta tanto algo que otras personas hacen con total gracia? Sólo espero no ser olvidado mientras junto el coraje que necesito para avanzar y transformarme en un electrón en constante movimiento.
lunes, 26 de noviembre de 2012
Contra el autoritarismo del tiempo
Soy uno de los seres más nostalgicos que conozco. Me gusta en cierto modo y claramente ya estoy acostumbrado a convivir con ello. Pero he notado que a veces, en mi exceso, comienzo a sentir nostalgia por cosas que no he perdido. Todo se pierde algún día y a veces veo un momento actual con ojos del futuro y me diviso extrañándolo.
Hay quienes dirán que así nunca puedo disfrutar de nada. Yo diré que me ayuda más a valorar los momentos que estoy pasando, las personas que me están acompañando, y me incentiva a ser más constante y estable con los demás.
Lo cierto es que ninguna de las dos posturas está siempre acertada, ni siempre errada.
Es el mismo tiempo, el que cura las heridas y destiñe los azulejos. No podemos parar de movernos, porque mientras se cura una herida, mueren otras células. Tal vez lo único que podamos hacer para darle una ínfima lucha al tiempo es remendar los errores del pasado. Anhelo corregir todo lo que alguna vez hice mal, trocar por una sonrisa cada lágrima de la que soy causante, hacer una lista de todos los abrazos que nunca di y apuntarme a la creencia de que nunca es tarde.
Una cosa más respecto al tiempo. Últimamente escucho a menudo que es contraproducente tener mucho tiempo libre, que "te comés la cabeza". ¿En realidad el problema no será que tememos tanto de lo que hay adentro de nuestras materias grices, que preferimos aturdirnos con actividad para evitarnos el momento de confrontación con nosotros mismos?
¿Alguna vez te imaginaste cómo sería si te encierran en una habitación de 2 metros cuadrados con vos mismo? ¿Qué harías?
Hay quienes dirán que así nunca puedo disfrutar de nada. Yo diré que me ayuda más a valorar los momentos que estoy pasando, las personas que me están acompañando, y me incentiva a ser más constante y estable con los demás.
Lo cierto es que ninguna de las dos posturas está siempre acertada, ni siempre errada.
Es el mismo tiempo, el que cura las heridas y destiñe los azulejos. No podemos parar de movernos, porque mientras se cura una herida, mueren otras células. Tal vez lo único que podamos hacer para darle una ínfima lucha al tiempo es remendar los errores del pasado. Anhelo corregir todo lo que alguna vez hice mal, trocar por una sonrisa cada lágrima de la que soy causante, hacer una lista de todos los abrazos que nunca di y apuntarme a la creencia de que nunca es tarde.
Una cosa más respecto al tiempo. Últimamente escucho a menudo que es contraproducente tener mucho tiempo libre, que "te comés la cabeza". ¿En realidad el problema no será que tememos tanto de lo que hay adentro de nuestras materias grices, que preferimos aturdirnos con actividad para evitarnos el momento de confrontación con nosotros mismos?
¿Alguna vez te imaginaste cómo sería si te encierran en una habitación de 2 metros cuadrados con vos mismo? ¿Qué harías?
jueves, 15 de noviembre de 2012
Dos palabras acerca del insomnio
Me preguntaba si soy el único que, cuando estoy desvelado, agarro el celular deseando que alguien me mande un mensaje diciendo que tampoco puede dormir.
Hace unos días me topé con un cd que se titulaba "All of a sudden I miss everyone" (algo así como "De repente extraño a todo el mundo"). Y me di cuenta que es lo que me sucede cuando no puedo dormir. Es ahí donde me pregunto dónde andarán todos... no puede ser que todos estén durmiendo profundamente, alguien más también debe estar pasando por lo mismo. ¿Será que nadie se anima a ser el primero en admitirlo?
Y lo que más me preocupó... ¿Cuántas personas estarán en este momento necesitando que alguien les escriba para ayudarles a dormir más tranquilos, y yo ni me doy cuenta?
También pensaba en cuánto se asemeja la cama a un útero, tiene bastante sentido que cuando no nos animamos a enfrentar al mundo nos tapemos hasta arriba del todo y nos acurruquemos sin querer salir más de ahí.
En fin, perdón por la poca coherencia de hoy (aquí vale todo). Buenas noches, ojalá logren dormir o al menos taparse un buen rato y desde la trinchera tratar de pensar una estrategia para los problemas que los aquejan. O sino, otra cosa que me gusta hacer, simplemente imaginar otro mundo, otra era, otra vida, (con sus propias reglas, puede ser algo totalmente fantástico inclusive...) y por un ratito ser otro.
PD: Si no funciona nada de eso, este blog está lleno de entradas, como para leer más, o también me encantaría recibir algún comentario, que me cuenten lo que sea (puede ser de forma anónima también) y aún si no tiene nada que ver con lo que venimos hablando.
Hace unos días me topé con un cd que se titulaba "All of a sudden I miss everyone" (algo así como "De repente extraño a todo el mundo"). Y me di cuenta que es lo que me sucede cuando no puedo dormir. Es ahí donde me pregunto dónde andarán todos... no puede ser que todos estén durmiendo profundamente, alguien más también debe estar pasando por lo mismo. ¿Será que nadie se anima a ser el primero en admitirlo?
Y lo que más me preocupó... ¿Cuántas personas estarán en este momento necesitando que alguien les escriba para ayudarles a dormir más tranquilos, y yo ni me doy cuenta?
También pensaba en cuánto se asemeja la cama a un útero, tiene bastante sentido que cuando no nos animamos a enfrentar al mundo nos tapemos hasta arriba del todo y nos acurruquemos sin querer salir más de ahí.
En fin, perdón por la poca coherencia de hoy (aquí vale todo). Buenas noches, ojalá logren dormir o al menos taparse un buen rato y desde la trinchera tratar de pensar una estrategia para los problemas que los aquejan. O sino, otra cosa que me gusta hacer, simplemente imaginar otro mundo, otra era, otra vida, (con sus propias reglas, puede ser algo totalmente fantástico inclusive...) y por un ratito ser otro.
PD: Si no funciona nada de eso, este blog está lleno de entradas, como para leer más, o también me encantaría recibir algún comentario, que me cuenten lo que sea (puede ser de forma anónima también) y aún si no tiene nada que ver con lo que venimos hablando.
domingo, 11 de noviembre de 2012
Dogmas de la autopercepción
¿Dónde termina lo que creemos que somos y dónde empieza lo que somos en verdad?
Opino que lo primero se ve en gran medida limitado por lo segundo. Puede que estemos culturalmente acostumbrados a vivir con limitaciones, y hasta hayamos encontrado una falsa comodidad en ellas. Si tuvieramos la libertad de hacer lo que querramos con todo nuestro poder como seres humanos, es posible que no supiéramos por dónde arrancar. Entonces nos construímos nuestros propios límites, constantemente estamos rebajando nuestras capacidades.
Muchas cosas que no puedo hacer se deben a que digo -y me digo a mí mismo- que no las puedo hacer. Tal vez este tipo de conductas se originen porque en algún momento de la vida alguien nos dijo "sus un/a inútil" o algo por el estilo... a todos nos ha sucedido alguna vez. Y no éramos tan inoperantes, simplemente no lográbamos concentrar nuestra energía en una demanda que nos era ajena. Derrochamos eternidades tratando de satisfacer exigencias de otros, y cuando nadie nos presiona, el mismo acostumbramiento nos ha llevado a suplir esa falta solos y autoexigirnos y castigarnos por las falencias. Así comenzamos muchas veces a creer de verdad que somos incapaces.
El problema con el "no puedo" es que lo cerramos como una válvula, sin dejar que se abra otra vez por mucho tiempo o tal vez por siempre. Que no logremos algo ahora o que no hayamos podido antes (aún si fue a lo largo de toda nuestra vida) no significa que no vayamos a poder luego.
Deberíamos aprender a reinventarnos o a sorprendernos de nosotros mismos, y callar un poco esas voces (internas y externas) que en todo momento nos dicen cómo somos y cuál es la actitud esperable conforme a un resúmen estadístico de nuestro desempeño en la vida. Por más que intentemos absurdamente, nunca vamos a lograr parecernos a nuestros preciados sistemas informáticos. Somos humanos, y como tales, impredecibles y cambiantes.
Opino que lo primero se ve en gran medida limitado por lo segundo. Puede que estemos culturalmente acostumbrados a vivir con limitaciones, y hasta hayamos encontrado una falsa comodidad en ellas. Si tuvieramos la libertad de hacer lo que querramos con todo nuestro poder como seres humanos, es posible que no supiéramos por dónde arrancar. Entonces nos construímos nuestros propios límites, constantemente estamos rebajando nuestras capacidades.
Muchas cosas que no puedo hacer se deben a que digo -y me digo a mí mismo- que no las puedo hacer. Tal vez este tipo de conductas se originen porque en algún momento de la vida alguien nos dijo "sus un/a inútil" o algo por el estilo... a todos nos ha sucedido alguna vez. Y no éramos tan inoperantes, simplemente no lográbamos concentrar nuestra energía en una demanda que nos era ajena. Derrochamos eternidades tratando de satisfacer exigencias de otros, y cuando nadie nos presiona, el mismo acostumbramiento nos ha llevado a suplir esa falta solos y autoexigirnos y castigarnos por las falencias. Así comenzamos muchas veces a creer de verdad que somos incapaces.
El problema con el "no puedo" es que lo cerramos como una válvula, sin dejar que se abra otra vez por mucho tiempo o tal vez por siempre. Que no logremos algo ahora o que no hayamos podido antes (aún si fue a lo largo de toda nuestra vida) no significa que no vayamos a poder luego.
Deberíamos aprender a reinventarnos o a sorprendernos de nosotros mismos, y callar un poco esas voces (internas y externas) que en todo momento nos dicen cómo somos y cuál es la actitud esperable conforme a un resúmen estadístico de nuestro desempeño en la vida. Por más que intentemos absurdamente, nunca vamos a lograr parecernos a nuestros preciados sistemas informáticos. Somos humanos, y como tales, impredecibles y cambiantes.
jueves, 6 de septiembre de 2012
La búsqueda del amor propio
Voy a hablar en plural porque quiero creer que otros pasan por lo mismo. Hace un tiempo que me vengo preguntando de qué manera representamos la autoestima, hasta me he llegado a cuestionar si existe, si realmente puede uno amar al ser que convive adentro de ese cuerpo.
En las exigencias, podemos pensar que uno se demanda para ser su mejor versión, pero creo que el problema es justamente no poder aceptarnos imperfectos e inconclusos, así como somos. Del mismo modo exigir mucho de los demás es querer que vivan nuestra propia miseria de la no-aceptación.
Alardear de algo es también, lógicamente, un pedido a gritos de que alguien nos reconozca alguna virtud que somos incapaces de silenciosamente saber que poseemos.
Y si hay personas que son depositarios de nuestro descontento interno, serán nuestros amigos o parejas. Es una jugada clásica la de buscar pareja por el sólo hecho de tener a alguien a quien darle la responsabilidad de atacar a nuestras inseguridades mediante demostraciones de afecto.
Estamos constantemente temerosos de las ideas de cambiar o de perder, claramente porque creemos que no valemos nada, que no merecemos nada, y que todo lo que tenemos lo hemos recibido por alguna casualidad o fallo en los cálculos cósmicos a la hora de realizar la distribución. Es por eso que a las cosas y personas que queremos siempre las aferramos como con cierta culpa, con el miedo a que alguien descubra que tenemos de más, y nos lo quite.
No sé qué tanto somos capaces de amarnos, pero cada día descubro más cuánto lo somos de aborrecernos. A veces hasta tengo la idea de que la vida es el largo camino que debemos transitar para aprender a perdonarnos. (¿Tal vez las religiones lo sepan, y se aferren de eso?)
Tal vez amplíe sobre este tema más adelante.
En las exigencias, podemos pensar que uno se demanda para ser su mejor versión, pero creo que el problema es justamente no poder aceptarnos imperfectos e inconclusos, así como somos. Del mismo modo exigir mucho de los demás es querer que vivan nuestra propia miseria de la no-aceptación.
Alardear de algo es también, lógicamente, un pedido a gritos de que alguien nos reconozca alguna virtud que somos incapaces de silenciosamente saber que poseemos.
Y si hay personas que son depositarios de nuestro descontento interno, serán nuestros amigos o parejas. Es una jugada clásica la de buscar pareja por el sólo hecho de tener a alguien a quien darle la responsabilidad de atacar a nuestras inseguridades mediante demostraciones de afecto.
Estamos constantemente temerosos de las ideas de cambiar o de perder, claramente porque creemos que no valemos nada, que no merecemos nada, y que todo lo que tenemos lo hemos recibido por alguna casualidad o fallo en los cálculos cósmicos a la hora de realizar la distribución. Es por eso que a las cosas y personas que queremos siempre las aferramos como con cierta culpa, con el miedo a que alguien descubra que tenemos de más, y nos lo quite.
No sé qué tanto somos capaces de amarnos, pero cada día descubro más cuánto lo somos de aborrecernos. A veces hasta tengo la idea de que la vida es el largo camino que debemos transitar para aprender a perdonarnos. (¿Tal vez las religiones lo sepan, y se aferren de eso?)
Tal vez amplíe sobre este tema más adelante.
sábado, 28 de julio de 2012
La experiencia personal continúa
Extendiendo un poco una experiencia propia que contaba en un post anterior, una vez, hace no mucho tiempo, me perdí. Algunas filosofías considerarán que uno no se pierde porque todo lo que hace es dentro de su propio contexto. A modo de desambiguación digo que, sea el caso que fuera, esta alienación no se sintió cómoda.
Hoy leí un libro. Si bien nunca había abandonado la lectura, la había dosificado muchísimo. Hoy tomé un libro que no había notado antes que estaba en casa, y lo devoré, entero. Así era como leía en la adolescencia. A los trece años descubrí (o mejor dicho, reafirmé cabalmente) que el entorno en el que me encontraba era absolutamente frívolo y despreciable. Encaré entonces una reclusión que, paradójicamente, no se trataba de encogerme dentro de mí mismo, sino de extender mi mente y mi espíritu. Lo hacía porque no estaba tan solo como parecía: me acompañaban los libros, "mis amigos invisibles", como los describe Abril Sosa en una canción de Cuentos Borgeanos.
Hoy recordé lo que se sentía abrir una ventana de papel y viajar a través del tiempo, del espacio, del espíritu del autor y del de uno mismo. Dejarse llevar y que no pese más el tiempo y las responsabilidades, que uno deje de ser tan uno, con las paredes tan duras y tan definidas.
Entonces me di cuenta de algo: perdí de mí mismo más cosas de las que pensaba, y aún no las terminé de recuperar. ¿Es que acaso pasé de ser un adolescente odiado con su contexto, a ser un adulto que cree que se adapta mejor, cuando en realidad lo que hace es enjaular su propia mente en pos del conformismo? Definitivamente esto no es lo que quiero para mí. Entonces caí en la cuenta de algo más: aún no me perdoné a mí mismo. Es indescriptible la vergüenza que siento por haber sido tan falso. Antes tenía la teoría que uno no disfruta de las cosas salvo que después de hacerlas pueda tomarse el tiempo para reflexionar sobre ellas. Ahora estoy volviendo a creer lo mismo, por lo tanto tal vez haya un agujero negro en mi vida en el cual me venció la ansiedad y no gocé de nada. ¿Dónde estaba toda esta curiosidad, estaba dormida?
Quiero salir del estado actual y volver a ser como antes, porque no puedo permitir que la vida me pase por al lado sin siquiera inmutarme. Supongo que ya lo haré, cuando supere este repudio que estoy sintiendo por mis propias acciones.
Hoy leí un libro. Si bien nunca había abandonado la lectura, la había dosificado muchísimo. Hoy tomé un libro que no había notado antes que estaba en casa, y lo devoré, entero. Así era como leía en la adolescencia. A los trece años descubrí (o mejor dicho, reafirmé cabalmente) que el entorno en el que me encontraba era absolutamente frívolo y despreciable. Encaré entonces una reclusión que, paradójicamente, no se trataba de encogerme dentro de mí mismo, sino de extender mi mente y mi espíritu. Lo hacía porque no estaba tan solo como parecía: me acompañaban los libros, "mis amigos invisibles", como los describe Abril Sosa en una canción de Cuentos Borgeanos.
Hoy recordé lo que se sentía abrir una ventana de papel y viajar a través del tiempo, del espacio, del espíritu del autor y del de uno mismo. Dejarse llevar y que no pese más el tiempo y las responsabilidades, que uno deje de ser tan uno, con las paredes tan duras y tan definidas.
Entonces me di cuenta de algo: perdí de mí mismo más cosas de las que pensaba, y aún no las terminé de recuperar. ¿Es que acaso pasé de ser un adolescente odiado con su contexto, a ser un adulto que cree que se adapta mejor, cuando en realidad lo que hace es enjaular su propia mente en pos del conformismo? Definitivamente esto no es lo que quiero para mí. Entonces caí en la cuenta de algo más: aún no me perdoné a mí mismo. Es indescriptible la vergüenza que siento por haber sido tan falso. Antes tenía la teoría que uno no disfruta de las cosas salvo que después de hacerlas pueda tomarse el tiempo para reflexionar sobre ellas. Ahora estoy volviendo a creer lo mismo, por lo tanto tal vez haya un agujero negro en mi vida en el cual me venció la ansiedad y no gocé de nada. ¿Dónde estaba toda esta curiosidad, estaba dormida?
Quiero salir del estado actual y volver a ser como antes, porque no puedo permitir que la vida me pase por al lado sin siquiera inmutarme. Supongo que ya lo haré, cuando supere este repudio que estoy sintiendo por mis propias acciones.
lunes, 23 de julio de 2012
Afectos y miedos, una asociación extraña pero frecuente
Hoy pensaba en cómo a veces tenemos miedo de querer, y no por las heridas que nos pueda provocar la otra persona, sino por la forma en la que se nos genera el afecto.
A veces he dudado si mi forma de querer será la correcta, si será correcta la mesura y si lo será el destinatario. Otras, aún más frecuentes, si mi afecto es realmente beneficiario para ese ser, o si es dañino. Si es capaz de respetar a la esencia del otro alma, o si pretende modificarla.
También si seré capaz de controlarlo o si crecerá como una bola de nieve, abarcando toda obsesión y todo exceso. Si me hará dejar de ser quien soy, para convertirme en algo asfixiante. O si, por el contrario, no sabré expresarlo de la manera correcta. Si sería capaz de generar falsas expectativas que luego jamás podría cumplir. Yo no temo sufrir, pero lo último que quiero es hacerle un mal a una persona.
Sólo espero que el verdadero afecto aún pueda respirar debajo de todos estos escombros que lo tapan y le estorban.
A veces he dudado si mi forma de querer será la correcta, si será correcta la mesura y si lo será el destinatario. Otras, aún más frecuentes, si mi afecto es realmente beneficiario para ese ser, o si es dañino. Si es capaz de respetar a la esencia del otro alma, o si pretende modificarla.
También si seré capaz de controlarlo o si crecerá como una bola de nieve, abarcando toda obsesión y todo exceso. Si me hará dejar de ser quien soy, para convertirme en algo asfixiante. O si, por el contrario, no sabré expresarlo de la manera correcta. Si sería capaz de generar falsas expectativas que luego jamás podría cumplir. Yo no temo sufrir, pero lo último que quiero es hacerle un mal a una persona.
Sólo espero que el verdadero afecto aún pueda respirar debajo de todos estos escombros que lo tapan y le estorban.
miércoles, 4 de julio de 2012
"This I promise you, my love"
Hace mucho que estoy buscándole la vuelta a esto de la promiscuidad y no se la encuentro.
Nick dijo que el 80% de las aves tiene pareja de por vida y de los primates ninguno. Sluts, dijo.
Cuando lo vea de nuevo le voy a preguntar que opina de esto, cuando se justifica y cuando se condena la promiscuidad.
Me encanta el color berenjena, es violeta casi negro. Siempre escribo berenjena y jengibre con g. La g es más linda que la j porque es más gordita. Las berenjenas, por su lado, como verdura, no me placen ni lo mínimo, son asquerosas.
Me enamoré de una chica este invierno, pero ella nunca lo supo, lo viví solo acostumbrándome a su ausencia para poder ponerle los puntos con más fuerza, pero me voy de viaje a la concha de tu hermana la semana que viene y no creo que llegue a decirle antes. No sé si quiero que lo sepa.
Nick dijo que el 80% de las aves tiene pareja de por vida y de los primates ninguno. Sluts, dijo.
Cuando lo vea de nuevo le voy a preguntar que opina de esto, cuando se justifica y cuando se condena la promiscuidad.
Me encanta el color berenjena, es violeta casi negro. Siempre escribo berenjena y jengibre con g. La g es más linda que la j porque es más gordita. Las berenjenas, por su lado, como verdura, no me placen ni lo mínimo, son asquerosas.
Me enamoré de una chica este invierno, pero ella nunca lo supo, lo viví solo acostumbrándome a su ausencia para poder ponerle los puntos con más fuerza, pero me voy de viaje a la concha de tu hermana la semana que viene y no creo que llegue a decirle antes. No sé si quiero que lo sepa.
Pero me prometo un clímax
La caída del fichín (entre otras decadencias)
La otra noche estaba en el centro y tenía que hacer tiempo. Siempre sabía que para pasar el rato podía ir con unos pocos pesos al fichín (fichín: local de videojuegos con fichas) a jugar a los clásicos de mi infancia.
El que piensa en un fichín lo recuerda como un lugar de pura diversión, tal vez algo sucio, concurrido por demás, perfumado a sudor, pero también por eso un lugar libre, donde estaba permitido golpear frenéticamente los botones sin la menor sensación de culpa.
Me encontré, en cambio, con un recinto vacío. Literalmente, el único visitante era yo. El sujeto de la caja me miraba como cuando están por cerrar el supermercado y se queda el último empleado rogando que el último cliente decida rápido qué va a llevar. La radio sonaba y logré darme cuenta que no era Radio Bajón sólamente porque aún no existe en el espacio radial. Las fichas, antes diez unidades por un peso, costaban ahora un peso cada una.
Con el dinero que antes me hubiese asegurado una estadía de dos horas o más, compré ahora cuatro fichas. No pude ni despedirme correctamente, las máquinas estaban todas en una gran falta de mantenimiento. Nada funcionaba bien, ningún juego invitaba a ser jugado. Me retiré de la que temo que pueda ser mi última visita.
El lugar que me había dado tantos placeres solo, con mi padre, con alguna novia, con una patota de amigos; está ya colocándose el traje de recuerdo. Y seguramente pase lo mismo con los demás fichines.
Otra víctima de este fenómeno es el videoclub... ¿cuántos videoclubes quedan en la ciudad, y por cuánto tiempo? El día que me dijeron que Videomanía está de a poco vendiendo todas sus películas y abriendo en un horario cada vez menor, sentí como si una fuerza mayor estuviera generando un cambio cósmico que tiene como fin eliminar de mi vida todas las noches de los fines de semana.
Soy un tipo de entretenimientos simples, me gusta hacer siempre lo mismo, dejar que mis nuevas experiencias se junten con las de antes en los mismos lugares. Ahora que esos lugares están desapareciendo, tengo la sensación que un día voy a ir caminando por las calles de mi ciudad y no me voy a encontrar por ninguna parte. Los 'yo' del pasado están cada vez en menos lugares, y si el olvido y el abandono de otra persona duelen... no puedo describir cuánto duele ir dejándose a uno mismo.
Recién ahora comprendo a qué se debe ese brillo en los ojos de mi padre cada vez que me habla de los viejos cines, los juegos mecánicos, las tardes en las que se estilaba salir en bicicletas y era seguro. Últimamente sólo se ilumina cuando habla de cosas que para mí nunca existieron.
Y las mías, creí que siempre iban a estar ahí. Miro alrededor y siento como si me hubiese mudado, aunque siga viviendo en las mismas coordenadas.
El que piensa en un fichín lo recuerda como un lugar de pura diversión, tal vez algo sucio, concurrido por demás, perfumado a sudor, pero también por eso un lugar libre, donde estaba permitido golpear frenéticamente los botones sin la menor sensación de culpa.
Me encontré, en cambio, con un recinto vacío. Literalmente, el único visitante era yo. El sujeto de la caja me miraba como cuando están por cerrar el supermercado y se queda el último empleado rogando que el último cliente decida rápido qué va a llevar. La radio sonaba y logré darme cuenta que no era Radio Bajón sólamente porque aún no existe en el espacio radial. Las fichas, antes diez unidades por un peso, costaban ahora un peso cada una.
Con el dinero que antes me hubiese asegurado una estadía de dos horas o más, compré ahora cuatro fichas. No pude ni despedirme correctamente, las máquinas estaban todas en una gran falta de mantenimiento. Nada funcionaba bien, ningún juego invitaba a ser jugado. Me retiré de la que temo que pueda ser mi última visita.
El lugar que me había dado tantos placeres solo, con mi padre, con alguna novia, con una patota de amigos; está ya colocándose el traje de recuerdo. Y seguramente pase lo mismo con los demás fichines.
Otra víctima de este fenómeno es el videoclub... ¿cuántos videoclubes quedan en la ciudad, y por cuánto tiempo? El día que me dijeron que Videomanía está de a poco vendiendo todas sus películas y abriendo en un horario cada vez menor, sentí como si una fuerza mayor estuviera generando un cambio cósmico que tiene como fin eliminar de mi vida todas las noches de los fines de semana.
Soy un tipo de entretenimientos simples, me gusta hacer siempre lo mismo, dejar que mis nuevas experiencias se junten con las de antes en los mismos lugares. Ahora que esos lugares están desapareciendo, tengo la sensación que un día voy a ir caminando por las calles de mi ciudad y no me voy a encontrar por ninguna parte. Los 'yo' del pasado están cada vez en menos lugares, y si el olvido y el abandono de otra persona duelen... no puedo describir cuánto duele ir dejándose a uno mismo.
Recién ahora comprendo a qué se debe ese brillo en los ojos de mi padre cada vez que me habla de los viejos cines, los juegos mecánicos, las tardes en las que se estilaba salir en bicicletas y era seguro. Últimamente sólo se ilumina cuando habla de cosas que para mí nunca existieron.
Y las mías, creí que siempre iban a estar ahí. Miro alrededor y siento como si me hubiese mudado, aunque siga viviendo en las mismas coordenadas.
sábado, 23 de junio de 2012
¿Por qué? ¿Para qué?
No es que sea pesimista. Es que creo que las cosas negativas hay que decirlas, hay que expresarlas también. Una tristeza, una rabia, una sensación de abandono o una melancolía no son menos válidas que una alegría. Pueden llegar a ser menos deseables, pero en nuestras vidas toda emoción es importante y todas tienen peso, todas nos influencian y nos marcan.
A veces cuando uno se pone a hablar de estas cosas, algunas personas bienintencionadas exageran con sus palabras de aliento, rozando el optimismo ciego. Las palabras del corazón siempre se agradecen, pero incluso quienes las dicen en algún momento sienten angustia. Hasta tal vez sienten la misma que uno en el mismo momento, pero la reprimen. En vez de cortar la angustia con optimismo, a veces es mejor sacar los estigmas a la luz, para poder despues sí disfrutar de la felicidad, cuando toca.
Ya hablaremos más a profundidad de todo esto. Y también de sensaciones que todos hemos vivido aunque querramos esconder, aunque sean un tabú.
¿Quién nunca sintió que no podía encajar en la sociedad, que sobraba en el mundo, que tenía que hacer un esfuerzo desmesurado para agradarle a los demás?
La inocencia estaba llena de felicidad, pero ya la hemos perdido, y erroneamente creemos que la idiotez es lo mismo. Pero no, buscar la idiotez no nos va a hacer sentir bien.
Pensemos y hablemos de todo, que conocer nuestra penumbra sí nos va a ayudar a conocer mejor nuestro lado más luminoso.
A veces cuando uno se pone a hablar de estas cosas, algunas personas bienintencionadas exageran con sus palabras de aliento, rozando el optimismo ciego. Las palabras del corazón siempre se agradecen, pero incluso quienes las dicen en algún momento sienten angustia. Hasta tal vez sienten la misma que uno en el mismo momento, pero la reprimen. En vez de cortar la angustia con optimismo, a veces es mejor sacar los estigmas a la luz, para poder despues sí disfrutar de la felicidad, cuando toca.
Ya hablaremos más a profundidad de todo esto. Y también de sensaciones que todos hemos vivido aunque querramos esconder, aunque sean un tabú.
¿Quién nunca sintió que no podía encajar en la sociedad, que sobraba en el mundo, que tenía que hacer un esfuerzo desmesurado para agradarle a los demás?
La inocencia estaba llena de felicidad, pero ya la hemos perdido, y erroneamente creemos que la idiotez es lo mismo. Pero no, buscar la idiotez no nos va a hacer sentir bien.
Pensemos y hablemos de todo, que conocer nuestra penumbra sí nos va a ayudar a conocer mejor nuestro lado más luminoso.
viernes, 22 de junio de 2012
Una experiencia personal respecto a la soledad
Durante años y años me sentaba casi todas las noches en el balcón o en la ventana a mirar al infinito y a pensar.
Reflexionaba sobre cualquier cosa mientras sentía la soledad y la melancolía. Siempre fui solitario, me gusta, pero a veces me aíslo por instinto, y tarde me doy cuenta que alguna que otra vez no debía haberme alejado tanto de los demás.
Por ende, en ámbitos románticos, soy bastante inactivo. Pasaban los años y seguía desvelandome bajo la luz de la luna que entraba al departamento. Nunca lo vi como algo malo, de hecho siempre me pareció lo más hermoso. Y de ahí la angustia: era algo tan bello, que no podía tolerar el hecho de no poder compartirlo con alguien importante.
Ya de bastante grande me enamoré la primera vez (la primera correspondida, claro). Cuántas noches habremos pasado en el balcón, no recuerdo con exactitud, pero las podría contar con una mano, eso seguro...
Estuve de novio casi un año y medio, y en ese año y medio no volví a ocupar mis noches en preguntarle cosas al cielo.
Cuando me quedé solo tuve que volver, sentía que me llamaba, y yo lo había estado ignorando. Le juré a las estrellas que no las iba a volver a dejar.
Y esto no es despecho hacia mi ex, no... ¿cómo pude yo ser tan estúpido? ¿cómo es que renuncié a mi mismísima esencia? ¡Si lo que tanto anhelaba era complementarme con alguien, no dejar cosas de mí!
Y ese es ahora mi miedo más grande respecto al amor. El miedo de no saber exactamente qué lugar debería ocupar en mi vida, y la incertidumbre de si la próxima vez voy a saber amar sin dejar de ser yo mismo. Es que a veces pienso que nuestra versión más pura y más noble es aquella que, en la soledad, busca razones para merecer ser amada.
Reflexionaba sobre cualquier cosa mientras sentía la soledad y la melancolía. Siempre fui solitario, me gusta, pero a veces me aíslo por instinto, y tarde me doy cuenta que alguna que otra vez no debía haberme alejado tanto de los demás.
Por ende, en ámbitos románticos, soy bastante inactivo. Pasaban los años y seguía desvelandome bajo la luz de la luna que entraba al departamento. Nunca lo vi como algo malo, de hecho siempre me pareció lo más hermoso. Y de ahí la angustia: era algo tan bello, que no podía tolerar el hecho de no poder compartirlo con alguien importante.
Ya de bastante grande me enamoré la primera vez (la primera correspondida, claro). Cuántas noches habremos pasado en el balcón, no recuerdo con exactitud, pero las podría contar con una mano, eso seguro...
Estuve de novio casi un año y medio, y en ese año y medio no volví a ocupar mis noches en preguntarle cosas al cielo.
Cuando me quedé solo tuve que volver, sentía que me llamaba, y yo lo había estado ignorando. Le juré a las estrellas que no las iba a volver a dejar.
Y esto no es despecho hacia mi ex, no... ¿cómo pude yo ser tan estúpido? ¿cómo es que renuncié a mi mismísima esencia? ¡Si lo que tanto anhelaba era complementarme con alguien, no dejar cosas de mí!
Y ese es ahora mi miedo más grande respecto al amor. El miedo de no saber exactamente qué lugar debería ocupar en mi vida, y la incertidumbre de si la próxima vez voy a saber amar sin dejar de ser yo mismo. Es que a veces pienso que nuestra versión más pura y más noble es aquella que, en la soledad, busca razones para merecer ser amada.
lunes, 18 de junio de 2012
Presentación
De momento un blog, ¿llegará a transmitir alguna vez?... Desconozco de momento, pero Radio Bajón nace a mitad de camino entre una sátira y una realidad. Es que transitamos por la vida con nuestras caretas de payasos. Mostramos en nuestros perfiles de Facebook a nuestra mejor versión, aquella que viaja, que tiene éxito en el amor, que siempre sonríe, que tiene siempre a mano frases filosóficas o frases positivas dignas de maestros Zen.
Pero a veces hace falta un espacio para mostrarnos más reales, un lugar seguro donde podamos contar nuestras melancolías, penas o incertidumbres sin miedo de ser juzgados como seres poco exitosos en la vida.
Aquí todo vale,desde llorar hasta reírnos de nosotros mismos. Incluso el anonimato está permitido entre los comentarios. Desde este lugar pensado para los desvelados, para los nostálgicos, para los sensibles: sean bienvenidos. Espero que Radio Bajón sea de su agrado.
Transmite Máximo G. Parisi para toda la República.
Pero a veces hace falta un espacio para mostrarnos más reales, un lugar seguro donde podamos contar nuestras melancolías, penas o incertidumbres sin miedo de ser juzgados como seres poco exitosos en la vida.
Aquí todo vale,desde llorar hasta reírnos de nosotros mismos. Incluso el anonimato está permitido entre los comentarios. Desde este lugar pensado para los desvelados, para los nostálgicos, para los sensibles: sean bienvenidos. Espero que Radio Bajón sea de su agrado.
Transmite Máximo G. Parisi para toda la República.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)